lunes, 24 de marzo de 2008

a veces me pongo tierna

Estoy sentada y caminas todo torcido. Caminas y solo te reconozco por esa manera extrañamente-despreocupada de moverte: escapándote. Entonces, pienso donde quedaron tus aires de revolucionario: si es Charly o hay alguien mas.
Y caminas todo torcido y no hay viento.
Desconfiado y perseguido;
crudo e irreal;
como si tuvieses la certeza de que el viento va a lastimarte. De que tu-mundo no te protege. Habrás de lanzar puños al puro aire, al mínimo roce.
Yo dudo en moverme porque me acuerdo de tus puños.
Pero entonces me paro y te llamo riéndome.
Me paro simulando una mujer feroz disfrazada de niña y te miro sin reconocerte.
Te miro a los ojos y me regalas una sonrisa de verguenza mientras acurrucas la mirada.
Después de cinco minutos, venis hasta mi, despacio y con miedo. Sin saber que hoy soy indefensa que hoy soy
una no-muerta.
Quiero el mal y sin embargo, tus ojos son iguales.
Tus ojos. Hubiese frenado el mundo para conservar esa imagen: para tenerte enfrente, mirándome.
Pero entonces, me doy cuenta que volvería el tiempo atrás y que ya no tendría pendientes, ni canciones sin dolor o canciones sin fin.
Que conservo la infelicidad que me regalaste pero que NUNCA,
JAMÁS,
te vas a olvidar de mi.
Y que no sé que significa eso, quizás, por dentro, lo disfrute un poco.

Ni insultos ni odio.
Solo me sonreíste:
borracho y asquerosamente tierno.
Solo pude escupirte un irracional "let it be" de despedida
cuando en realidad, solo quería decirte:

te quiero, a pesar de todo.
(y a pesar del tiempo)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya sabia que caminar torcido nunca fue una garantia.

un abrazo, niña feroz.

M.