martes, 13 de mayo de 2008

Hoy me levanté con todas las ganas de poner Confesiones de invierno al mango y meter la cabeza adentro del inodoro. Aún así me decidí por un par de botas en 4 minutos y me fui a trabajar. Como no podía ser de otra manera, y una vez más, el mundo confabuló contra mi para que en el trayecto, enganchara todas las cancioncitas melancos marca "Aspen" y me hundiera cada vez más en el asiento del tren que, dicho sea de paso, ¿a que persona se le puede ocurrir ese color naranja HO-RREN-DO?. Y como si fuera poco, mi celular casi ni sonó (mi mujer anti-celular es una mentira, sépanlo).

Asi es que, mi querido Freud, ni te gastes, la raíz del asunto se resume en una sola frase, cada vez más y más y más grande:

"ENTONCES PENSÉ EN UN ARMA, EN MATARLO Y EN HUIR"

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