martes, 27 de febrero de 2007

feliz como mujer (fragmento)

Entonces, sin que se lo pidiéramos, sin que lo esperáramos siquiera, La Sumergida alzaba su copa y brindaba y chupaba ávidamente de su cigarrillo, todo a la vez, todo como si ya no tuviera tiempo o como si se le estuviera acabando el tiempo, mientras se quedaba como nosotras, sentada sosegadamente sobre la orilla de arena del Mar del Norte, resignada ante la enfermedad del agua y sobrevolando el desastre con la Mirada Oblicua de la que ha muerto más de una vez, de la que todavía no acaba de morir o de la que, muriendo, reincide como una verdadera adicta, con ese gesto de pordiosero y de mártir cruel y de princesa degollada.
Cristina Rivera Garza

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