En búsqueda de mi media papa frita

Ayer salimos con F a reventar la noche, o a que la noche nos reviente a nosotras.
Estuvo bueno, estabamos borrachas, divertidas y cachondas. Debería vivir borracha, me convierto en el ser más sociable, otra que Roberto Carlos y sus ochenta mil amigos.
El objetivo de la salida, claro, era encontrar a mi media papa frita, previa conversación de:

M: Yo la verdad es que me cansé de joder. Yo quiero saber qué es tener un novio.
F: Jajajaja
M: Boluda, te estoy hablando en serio.
F: ¿De verdad?
M: Si, de verdaT.
F: No, bueno, es que viniendo de vos.
M: En el fondo soy una Susanita cualquiera.
F: Jajajaja.

Cuestión que no lo encontramos. Según las diversas opiniones de los que me rodean:
-Que sos muy selectiva. No sé por qué lo dirán, solo pretendo un hombre con la boca de Pablo Echarri, que le guste Charly y que tenga la inteligencia de Peña.
-Que sos muy asquerosa. ¡Eso es mentira!
-Que tenes que ser más accesible. Ok
Asi es que me detuve en el último ítem y ahora, por lo menos, doy mi teléfono, asi que para el que lo quiera, está disponible, siempre y cuando no me llame. Mi frase es: Bueno, te doy mi teléfono, pero no me llames, odio que me llamen por teléfono.
No pueden evitar mirarme raro, claro.
Igual, está bueno llevarse halagos. Las mujeres por más histéricas que seamos, necesitamos halagos y halagos y más halagos. Alimentan el ego, nos hacen sonreír, obviamente no cuenta el profesional de la construcción diciéndote "Aaay mami, vení que te hago el amor".
Bailamos bebimos. Bebimos, bebimos. Me hice la linda y me fui a mi casa. Para qué profundizar en el bajón que me agarró y la angustia que tuve hasta las 9 y cuarto de la mañana. ¡Lloré y todo!
Hacía mucho tiempo que no lloraba, asi que estuvo bueno. Dicen que las lágrimas son el único reflejo del alma. Si, positivismo a pleno.
Me sentía sola, esa era la realidad. Había vuelto sola, tuve que dormir sola y me desesperé bastante: mi oso de peluche ya no cumple la misma función que antes.
En fin, no hay mal que por bien no venga.
El viernes es mi cumpleaños.
Eso sí que va a ser heavy, sobre todo cuando queres empezar a cumplir para atrás y estancarte en tus 22 años, porque te resulta un lindo número, redondito y que, según los demás, te caracteriza. Uff, son unos locos!

Cumplir años y tener que armar el arbolito.
¡Como se las ingenia la vida para seguir violándonos a cada rato!